Radio Amishar

21 de octubre de 2011

COMO ENFRENTAR LA AFLICCIÓN

Meditaciones Matinales
De Amigos Adventistas
Cada día con Dios - Elena G. de White
Hoy es Viernes 21 de octubre del 2011

COMO ENFRENTAR LA AFLICCIÓN

Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos. sal. 116: 15.

No puedo entrar en detalles acerca de la enfermedad de mi esposo. Van a encontrar impreso el informe correspondiente. Se me dijo que no estaba muy bien. El doctor me dijo que me haría bien verlo. Me llevaron a su habitación, y en cuanto lo vi dije: "¡Mi esposo se muere!" Su rostro manifestaba el inconfundible signo de la muerte. ¡Oh, qué mal me sentí! Me arrodillé junto a su cama. Oré fervorosamente implorando que no muriera. . .
Me quedé con él toda la noche, y al día siguiente al mediodía tuvo un escalofrío, y de allí en adelante ya no sintió nada más. Sencillamente se durmió, sin dolor, sin sufrimiento, con la gracia de un niño, y exhaló su último suspiro. . .
Telegrafiamos a Guillermo y a María para que vinieran. . . Llegaron una semana después de su muerte; también vino Juan White [el hermano de Jaime White, pastor metodista].
Juan White dijo: "Elena, siento mucho verte tan débil. Vas a tener una prueba muy dura mañana en el funeral. Dios te ayude, querida hermana, en esta ocasión". Yo le dije: "Hermano Juan, tú no me conoces. Mientras más dura sea la prueba, más fortaleza tendré. No me voy a entregar a explosiones de pesar si mi corazón se quebranta. Sirvo a Dios no por impulso, sino inteligentemente. . . El espera de mí una sumisión completa e inconmovible. El pesar indebido le desagrada. He tomado mi cruz y voy a seguir al Señor plenamente. No me voy a abandonar al pesar. No me voy a entregar a un estado de morbidez y melancolía. No me voy a quejar de las providencias de Dios, ni voy a murmurar. Jesús es mi Salvador. El vive. Nunca me dejará ni me abandonará".
[Al día siguiente] después que [Urías] Smith hubo terminado su oración fúnebre, yo deseé ardientemente decir algo para que todos supieran que tenía la esperanza cristiana y que ella me estaba sosteniendo en esta hora de aflicción, pero temí que no me iba a ser posible mantenerme en pie. Finalmente decidí hacer la prueba y el Señor me sostuvo. El doctor [J. H. Kellogg] estaba junto a mí para "sostenerme", según dijo, en caso de que cayera. . . pero dije con claridad todo lo que tenía que decir. . .
Me sentí agradecida a Dios de que no me haya dejado buscar consuelo en la amistad del mundo (Carta 9, del 20 de octubre de 1881, dirigida a "Mis queridos hermanos").

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