Radio Amishar

27 de abril de 2015

¡Dadme un hombre que pelee conmigo!

«Hoy yo he desafiado—añadió el filisteo— al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo». (1 Samuel 17: 10)

Se dice que el filósofo griego Diógenes vivía en un tonel, solo tenía un palo, una alforja y una escudilla e iba siempre descalzo. Se cuenta que, a plena luz del día, lo vieron por las calles de Atenas con una lámpara encendida en la mano. Cuando le preguntaron: «Diógenes, ¿a quién buscas?», él respondió: «Busco un hombre». Goliat también buscaba un hombre que pelease con él. El guerrero filisteo iba bien pertrechado, tenía amplia experiencia en la guerra y estaba seguro de su victo­ria. Así que, durante cuarenta días estuvo desafiando al ejército de Israel para que alguien luchase con él cuerpo a cuerpo. Entre los hebreos nadie estaba dispuesto a correr un riesgo tan alto. Saúl se recluyó en su tienda sin saber qué hacer. ¿Quién podría estar dispuesto a combatir contra el gigante? Ese hombre fue el joven David. Aparentemente, Goliat era muy superior a David, pero el chico tenía virtudes muy valiosas para obtener una verdadera conquista: Era espiritual, porque interpretó aquella situación crítica como un desafío al Dios del cielo. No adoptó una actitud crítica frente a la cobardía de los líderes. No quedó indiferente ante aquel desafío. Estaba dispuesto a pelear. Había sido ungido por el profeta Samuel y estaba convencido de que tenía una misión que cumplir. Tenía convicciones religiosas profundas y sabía de quién dependía la victoria. Era un joven experimentado en afrontar peligros. Conocía cuáles eran sus armas y peleó con aquella que mejor dominaba. No improvisó su estrategia. Trazó un plan que, con la ayuda de Dios, podía darle la victoria. No actuó con arrogancia después de la victoria. La iglesia y el mundo necesitan hoy hombres como David, dispuestos a pelear con los nuevos gigantes de este tiempo que retan al pueblo de Dios. Elena White dice: «La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos» (La educación, pág. 54). ¿Estás listo para enfrentar a tus gigantes este día? No temas a la batalla. No estás solo. Dios está a tu lado. Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2015 “Pero hay un Dios en los cielos” Por: Carlos Puyol Buil

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