Radio Amishar

7 de mayo de 2015

Santificación parte 2

Espíritu, alma y cuerpo. Pablo no presenta aquí un estudio de la naturaleza del hombre, sino que está asegurando a sus conversos que ninguna parte de sus vidas quedará sin recibir la influencia del poder santificador de Dios. La Biblia parece hablar generalmente de una división del hombre en dos partes: cuerpo y alma, o cuerpo y espíritu (ver com. Mat_10:28; Rom_8:10; 1Co_5:3; 1Co_7:34). Estas ideas se combinan en este pasaje para poner énfasis en que ninguna parte del ser humano debe ser excluida de la influencia de la santificación. Es posible ver un significado especial en esta triple división que hace Pablo. Por “espíritu” (pnéuma, ver com. Luk_8:55) se podría entender el elemento superior de inteligencia y pensamiento con que está dotado el hombre, y con el cual Dios puede comunicarse mediante su Espíritu (ver com. Rom_8:16). Mediante la renovación de la mente por la acción del Espíritu Santo, el individuo es transformado a la semejanza de Cristo (ver Rom_12:1-2). Por “alma” (psujé, ver com. Mat_10:28) se puede entender -cuando se la distingue de espíritu- la parte de la naturaleza del hombre que se expresa mediante los instintos, las emociones y los deseos. Esta parte de nuestra naturaleza también puede ser santificada. Cuando la mente, por medio de la obra del Espíritu Santo, se pone en armonía con la mente de Dios y la razón santificada domina a la naturaleza inferior, los impulsos -que de otra manera serían opuestos a Dios- se someten a la voluntad divina. Entonces el cristiano humilde puede alcanzar una estatura tal de santificación, que cuando obedece a Dios en realidad está realizando sus propios impulsos. Se deleita en cumplir la voluntad de Dios. Tiene la ley de Dios en su corazón (ver Psa_40:8; Heb_8:10; cf. PVGM 253; DTG 621). El significado de “cuerpo” (soma) es evidente: es la estructura corporal -carne y sangre y huesos- que es regida o por la naturaleza superior, o por la inferior. Cuando rige la mente santificada, no se abusa del cuerpo; por el contrario, la salud prospera. El cuerpo se convierte en un instrumento adecuado por medio del cual el cristiano activo puede servir a su Maestro. La santificación que no incluye el cuerpo, no es completa. Nuestros cuerpos son templos de Dios. Debemos mantenerlos siempre santos para glorificar a Dios en ellos (1Co_6:19-20).

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