Radio Amishar

11 de febrero de 2013

Hablemos de economía


economia
El coeficiente de beneficio
Antonio Martínez Carrión, director del Ministerio de la Familia de la Unión Española

Dios nos ha hablado muchas veces y sobre diversos temas: salud, espiritualidad, relaciones de pareja, familia, educación de los hijos, estilo de vida… Pero, ¿cuántas veces le hemos escuchado?

Al inicio de la lectura de un libro realmente extraordinario, el libro de Hebreos, una epístola de Pablo donde hallamos enseñanzas muy importantes que iluminan aspectos clave de nuestra vida terrenal y eterna, me he encontrado con esta frase: “Dios, habiendo hablado muchas veces…” Heb.1:1.
Inmediatamente he pensado en la capacidad de comunicación, una facultad para la que los seres humanos estamos cualificados como ningún otro ser en la tierra. De hecho, aunque hay muchos seres vivos en nuestro planeta con sofisticados sistemas de comunicación, ninguno de ellos puede expresar tanto, ni matizar hasta tal extremo como puede hacerlo el ser humano. La riqueza mental, expresada en pensamientos y sentimientos, se transmite a través del lenguaje oral de una forma que puede alcanzar gran sutileza, sin restarle importancia al lenguaje no verbal, aunque otros seres vivos, en el empleo de este último prácticamente nos igualen.
El texto al que nos referíamos en un principio, menciona que Dios ha hablado muchas veces al hombre, y es bien cierto que, sobre todo a través de las Escrituras, nos ha hablado en múltiples ocasiones, y sobre diversos temas: salud, espiritualidad, relaciones de pareja, familia, educación de los hijos, estilo de vida… Pero, ¿cuántas veces le hemos escuchado? Éste es el punto de reflexión al que me ha conducido la lectura de este versículo, al punto de sugerirme un concepto: “el coeficiente de beneficio”.
Para desarrollar este concepto debemos hacer referencia, aunque sea muy someramente, a un aspecto muy importante de la comunicación, la capacidad de escuchar. Como sabemos, la comunicación es posible siempre que haya un emisor, que expresa, que dirige un mensaje, que habla… Y por otra parte un receptor que escucha, que recibe.
Pues bien, imaginemos una fracción en la que indicáramos en el denominador el número de veces que Dios nos ha aportado consejos, instrucciones, advertencias… (concretamente ahora en el área de la familia, de la educación o de los valores), y que en el numerador colocáramos el número de veces que le hemos escuchado. El resultado vendría a ser este coeficiente. Si él nos ha hablado muchas veces y nosotros hemos escuchado muy pocas, el coeficiente de beneficio será muy bajo. Mucho conocimiento y sabiduría, muchos consejos y orientaciones útiles, estarían siendo desaprovechados.
Probablemente nuestro hogar, nuestra familia, no pueda permitírselo, porque, además, creo que estamos en condiciones de afirmar, sin miedo a equivocarnos, que si trabajáramos este concepto, veríamos que este coeficiente de beneficio correlacionaría fuertemente con otro dato: el nivel de felicidad que se lograría alcanzar en el seno de nuestros hogares.

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